martes, 4 de septiembre de 2012

"En verdá es güena gente"


Es muy sencillo desmontar este típico argumento utilizado por quienes (autoras, tertulianos, filósofos, sociólogas, politólogos, empresarias, economistas, y hasta trabajadores/as...) defienden el sistema capitalista: "Es el que más se adecua a la naturaleza humana porque el ser humano es egoísta por naturaleza". 
Cualquier intercambio de bienes, servicios o palabras no-comercial desmonta esta patraña. Las relaciones familiares, con los amigos, con compañeros del trabajo... Están dominadas por la ayuda mutua, por las transacciones no-comerciales, desinteresadas, por las acciones cooperativas y no-competitivas, y, en todo caso,  por una competitividad acordada y puesta en servicio de un objetivo común: disfrutar (deportes, juegos infantiles...) en la que todos disfrutan, o deberían de disfrutar, por el simple hecho de participar (vivir la experiencia) no de ganar. Estas relaciones son comunes a todas las sociedades y no ha existido corriente neoliberal capaz de mercantilizarlas. 
Sin embargo, en el seno de las sociedades capitalistas, las transacciones comerciales impregnan otras muchas parcelas de nuestra vida: bienes básicos tan esenciales como el agua o el pan están sujetos a ellas.
Pero no en todo los lugares es así. John Brown (seudónimo de Juan Domingo Sánchez Estop) recuerda este encuentro entre un pescador innuit y un explorador occidental:
"En la costa canadiense, un viejo pescador innuit había alcanzado un cerval, ese pequeño cetáceo que tiene un cuerno, y se encontraba cortándolo en pedazos. En ese rato, un hombre, seguramente un explorador, apareció por allí y le pidió de comer. El pescador compartió los alimentos con el hombre, y al finalizar de comer, el hombre dio las gracias, a los que el cazador le respondió: "Los regalos hacen los esclavos y el látigo hace al perro. No me des las gracias porque estás cogiendo algo que te corresponde, algo que está ahí, algo que ya cogeré yo cuando tenga hambre o cuando no haya podido cazar ni pescar". 
Antes que nada un apunte. En nuestro sistema a este pescador lo llamaríamos "un autónomo"; palabra que refleja perfectamente el desvinculamiento, el rechazo a lo común, que se potencia en sociedades capitalistas, en palabras de Eduardo Galeano: " Un mundo organizado para el desvínculo, donde el otro es siempre una amenaza y nunca una promesa". Al día siguiente de darse alta como autónomo y recoger su carnet, el pescador de nuestra historia se encontraría bastante desconcertado. No sería cuestión de mucho tiempo que exigiera 10 o 12 euros por cada pieza de pescado que otra persona "se llevara", cuestión de supervivencia, ya que a él le van a exigir dinero por la leche, los tomates, y la ropa. 


Escribo todo esto, porque creo que es poco provechoso (y  poco riguroso), centrar la lucha anticapitalista en personas concretas. Si rechazamos el argumentario capitalista de que el ser humano es egoista por naturaleza,  tenemos que reconocer que Botín o Warren Buffet tampoco lo son. Los grandes capitalistas, banqueros, o los políticos que los defienden, no nacen malos, ni experimentan un proceso mental por el que desean el mal ajeno. Simplemente, viven en la cúspide de una sociedad que quieren perpetuar porque está construidia para su uso y disfrute: "La sociedad burguesa"
El problema no es el burgués sino la sociedad burguesa. El burgués te mira mal cuando pasas cerca de su jardín (propiedad privada) pero no cuando te sientas a su lado en la playa. 
Cuanto más parcelas mercantilicemos de nuestra vida y de nuestro Planeta, más difícil será sobrevivir en este mundo para el 99% que no se encuentra en esa cúspide. Y al contrario, cuanto más parcelas desmercantilicemos, devolvamos al procomún, más alegre y fácil será la vida en la Tierra. 




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